Marrakech, la ciudad roja, sin duda está a la altura de su nombre evocador. Las murallas medievales que rodean el centro histórico están perfectamente conservadas y dotan a la ciudad de un aire cautivador, alcanzando su máximo esplendor al anochecer, cuando se iluminan lentamente con el sol poniente. La medina, con su resplandor ocre, parece bruñida por el sol. Junto a la Madrasa de Ben Youssef, la mezquita Kutubía es otro edificio modelado con esta tierra rojiza. Con su asombroso minarete, es uno de los emblemas de una ciudad que ha logrado armonizar su pasado con su presente. La mejor muestra de ello se encuentra al sur de la medina, en la plaza de Jemaa el Fna, con sus artistas, cuentacuentos, encantadores de serpientes y vendedores ambulantes.
La emblemática plaza de Jemaa el Fna es el centro neurálgico de la ciudad y la puerta de acceso a la medina y sus zocos, donde el ajetreo y el bullicio llegan a su punto culminante. Dentro de este microcosmos de funcionamiento, a primera vista, inescrutable, quedan reflejadas todas las distintas facetas del país. Turistas y locales, orfebres y artesanos expertos, mercaderes de coloridas especias y caravaneros, aquí hay cabida para todos aquellos que comparten la emoción del regateo para ponerle sazón a la vida. Marrakech es también una ciudad que presume de encantos contemporáneos. Gueliz surge directamente de la imaginación del arquitecto francés Henri Prost y fue el primer barrio que introdujo la modernidad en la ciudad. Con sus tiendas occidentales y el Marrakech Plaza, un gran centro comercial con marcas europeas, esta es una de las principales zonas de compras de Marrakech. 33 rue Majorelle es una tienda conceptual junto al jardín Majorelle, popular también entre fashionistas.
La ciudad roja tiene además un lado deportivo, es más, algunos la consideran un patio de juegos con un sinfín de posibilidades. ¿Le apetece una carrera por el Palmeraie antes de participar en el Maratón de Marrakech junto a otros 6000 corredores? Los golfistas encontrarán los mejores greens en los que practicar su swing en el club de golf Royal. Y no hay que olvidar el Grand Prix de Marrakech, cuando toda la ciudad de viste de fiesta.
Mientras pasea por la ciudad admirando sus joyas arquitectónicas, busque el palacio El Badi o el palacio de la Bahía, la Maison de la Photographie y el Museo de Marrakech, y no deje pasar la fantástica oportunidad de descubrir la riqueza de una cultura laica y la energía del nuevo panorama artístico local. Este último también queda plasmado en una serie de ambiciosos eventos que marcan la agenda anual de Marrakech, como el Festival Internacional de Cine, el Festival de Jazz de Marrakech y la Feria de Arte de Marrakech.
Por último, pero no por ello menos importante, no puede dejar Marrakech sin probar alguna de sus generosas y exóticas delicias gastronómicas. Las pinceladas de modernidad no han comprometido en modo alguno su carácter, que se inclina hacia sabrosos ingredientes locales, especias e influencias cosmopolitas. Hay una gran variedad de grandes restaurantes donde elegir, desde Dar Yacout en la medina hasta Al Fassia y Nomad.
La ciudad no pierde ni un ápice de su dinamismo diurno al caer la noche. En el Theatro, el legendario club nocturno de la ciudad, aves nocturnas de todo el mundo se dan cita para compartir la noche de Marrakech, una mezcla de DJs y danza oriental. Marrakech le garantiza vivencias intensas y enriquecedoras.