No hay nada escrito que diga que un plat pays (literalmente, un país plano) no pueda estar repleto de contrastes y matices. Esto se cumple a rajatabla con Bélgica, la tierra de Jacques Brel y las frondosas Ardenas.
Desde Gótico a art nouveau, desde antigüedades a diseñadores de vanguardia, desde exhibiciones punteras a noches de fiesta, Bruselas es una combinación de todo esto. La capital y su Gran Palacio legendario hacen alarde de ambientes de todo tipo, como una colección de pequeñas aldeas.
A unos cuantos kilómetros se encuentra Brujas, la «Venecia del norte», con un conjunto de canales que cautivan a románticos empedernidos y con un casco antiguo tan delicado e intrincado como su famoso encaje. La cultural ciudad portuaria de Amberes se siente tan orgullosa de su prestigio multicultural como de Rubens, así como de su patrimonio, su alta costura, su innovación arquitectónica y sus bares de moda. Gante es algo más recatada, escondiéndose tras las fachadas de sus frontones y su divina catedral.
Algo más al sur, la provincia de Luxemburgo despliega todo su verde esplendor, extendiéndose desde las laderas de Marche-en-Famenne hasta la cima de la Baraque de Fraiture, uno de los puntos más altos de Bélgica. La ciudad elegante e innovadora de Lieja es el objetivo de un extenso trabajo de renovación liderado por la fantástica estación diseñada por Santiago Calatrava, mientras que Mons continúa saboreando las mieles de su condecoración como Capital Europea de la Cultura 2015.
Una cosa que puede decirse de Bélgica es que sus clichés tienen un sabor fantástico. Dese un banquete del chocolate, las patatas fritas, los mejillones y la cerveza que este pequeño país produce con tanta maestría. Aparte de sus stoemps y carbonades flamandes, la gastronomía belga creada por chefs de la talla de Gert De Mangeleer, Peter Goossens, Pierre Wynants y Yves Mattagne ha ganado estrellas Michelin y reinventado un universo totalmente nuevo de deslumbrantes e innovadoras delicias. ¡Solo una muestra más de la diversidad de este destino!