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Tim Leberecht

When Our Hearts Beat Together

A Pullman Draft is an idea. A provocation. A spark for conversation and an invitation to think differently. Welcome to Pullman Drafts, a series of personal reflections with the House of Beautiful Business, featuring bold voices from business, culture, media, and technology.

Hace dos años, caminaba con mi amigo Bruno por una colina en el sur de Portugal. Se acercaba el festival anual de ideas de mi empresa y estábamos hablando sobre cómo avanzaban los ensayos. Bruno, como siempre, estaba lleno de ideas. Quería que dos presentadores intercambiaran sus lugares para generar un mayor ritmo narrativo, sugirió a otro ponente una manera más atractiva de transmitir su mensaje y recomendó a otros dos practicar ejercicios básicos de respiración. A la mañana siguiente, lo encontré en el escenario entrenando a varios de los presentadores individualmente. Sabía exactamente cómo relacionarse con cada uno; con una dosis de firmeza para un conferencista experimentado y con un estímulo amable y paciente para un principiante con pánico escénico. Ver a Bruno en acción era como ver a un encantador de caballos lanzar hechizos sobre sus nuevos equinos.

De hecho, podríamos llamar a Bruno Giussani el “encantador de eventos” más importante del mundo. Durante las últimas dos décadas, ha sido un impulso clave detrás de las conferencias TED y de las populares charlas TED en línea. Como curador global de la organización, y cofundador y curador de Countdown, la iniciativa climática de TED, ha organizado eventos con algunos de los nombres más reconocidos del planeta, desde el Papa Francisco y el Príncipe William hasta Chimamanda Ngozi Adichie y Jennifer Doudna. En una era en la que cada vez más cosas ocurren de manera virtual en las pantallas, Bruno es un gran defensor de los eventos presenciales. “Las personas son diferentes cuando están reunidas en la misma sala. Somos mucho más receptivos y accesibles”, me comentó. “Cuando implica un esfuerzo, cuando hemos interrumpido nuestras rutinas habituales para estar en algún lugar, estamos presentes de una manera diferente”.

 

 

 

Me reí cuando dijo esto. Nunca le diría que toda nuestra amistad fue posible gracias al tipo de interrupción que él estaba describiendo.

La presencia es un fenómeno físico

En 2008, yo era jefe de marketing en la consultora de innovación Frog Design, con sede en San Francisco, cuando un conocido en común me puso en contacto con Bruno. Por supuesto, había oído hablar de TED y de inmediato sentí curiosidad. Después de intercambiar algunos correos electrónicos, Bruno me preguntó si planeaba visitar Londres en esos días y me invitó a asistir a una recepción en la Tate Modern si las fechas coincidían. No estaba en mis planes visitar Londres en el futuro cercano, pero esa misma noche reservé un vuelo y un hotel. La noche de la fiesta, entré con aire despreocupado al Turbine Hall de la galería como si solo me hubiera puesto una chaqueta y salido a dar una vuelta.

 

Me alegra enormemente haber seguido mi impulso y haber hecho este esfuerzo adicional. No solo disfruté de una velada llena de estrellas, sino que Bruno y yo conectamos de una manera que no habría sido posible a través de Zoom. En persona, llama la atención: alto, de hombros anchos y con un cierto aire distinguido, sin embargo, posee una suavidad y una gracia que solo se perciben al acercarse. Conocerlo esa noche y sentir de inmediato una afinidad intelectual me confirmó algo que ya sabía: La presencia es un fenómeno físico. Para estar verdaderamente abierto y atento, mente y cuerpo deben ocupar el mismo espacio. Estar presente es existir en el aquí y ahora, “vivir el momento”, como dice el refrán. No puede estar completamente concentrado en una conferencia transmitida en vivo cuando su ‘aquí y ahora’ es la pantalla de la computadora portátil en la cocina, mientras al mismo tiempo prepara la cena y trata de mantener la paz entre sus hijos (o lee un correo electrónico en otra ventana).

 

“La comodidad es el problema”, dice Bruno sobre los eventos virtuales. “Las grandes cosas no surgen de la comodidad; surgen de la fricción. Los eventos presenciales requieren que usted llegue ahí; para algunas personas eso significa viajar una gran distancia y, quizá, ahorrar para pagar el viaje. Luego está la fricción y el malestar de sentarse en una sala con desconocidos, posiblemente en un lugar que no conoce, donde no habla el idioma local. Todos estos son factores poderosos que lo ponen en una posición de apertura y receptividad”.

 

También existe una especie de “presencia falsa” que ocurre cuando los asistentes están físicamente en la sala, pero no están especialmente atentos. La psicología detrás de esto es bastante sencilla: cuando se nos presenta un formato trillado o poco original que no nos involucra emocionalmente ni nos brinda muchas oportunidades de participar, tendemos a dar poco a cambio. Si el evento es demasiado convencional o el contenido no es especialmente novedoso o atractivo, los asistentes suelen desconectarse. Por eso, para generar una presencia genuina, es importante encontrarse de verdad con su audiencia, al ofrecer experiencias inmersivas que conviertan a los asistentes, y a sus aportaciones, en una parte esencial de la experiencia. Lo último que usted querría es hacer que su audiencia se sienta innecesaria o poco valorada.

 

Es entonces cuando la presencia da lugar a algo más: serendipia. Cuando está en persona, se abre a oportunidades inesperadas. “Se encuentra con alguien en el pasillo entre sesiones y se sienta a tomar un café. Tres horas después, todavía están conversando”, afirma Bruno. “O se siente motivado por una presentación y necesita acercarse al ponente después para hacerle algunas preguntas; eso no puede ocurrir por Zoom. Ya sea una conversación espontánea en un patio soleado o una colaboración inesperada en un espacio creativo abierto, estos momentos de serendipia están “planificados” para ocurrir en un entorno presencial. Los eventos no se tratan solo de actuaciones y presentaciones, sino de los descubrimientos compartidos y las conexiones que se producen en esos momentos fugaces entre los actos y en el detrás de escena. “Y somos más auténticos en persona, cuando nuestra presencia y participación no están mediadas por una pantalla,” agrega Bruno. “El aprendizaje es más poderoso, y me refiero a las conexiones que usted establece, el conocimiento que obtiene, las experiencias que vive y la energía que percibe”, afirma.

Un viaje impredecible con desconocidos

No estuve en el icónico festival de música de Glastonbury el verano pasado, pero Bruno y yo experimentamos un fuerte FOMO al enterarnos de lo que sucedió. La artista serbia de performance Marina Abramović subió al escenario principal y solicitó a una audiencia de miles que permaneciera en silencio durante siete minutos. Ellos accedieron. Durante siete minutos. “Imagine ser capaz de hacer eso”, reflexionó Bruno, negando con la cabeza incrédulo. Si usted mira las fotos de lo que Abramović describió como una ‘intervención pública’ para reflexionar sobre el conflicto y la paz, verá imágenes increíbles de personas de pie, unas junto a otras en grupos de distintos tamaños, de pie o sentadas, con los ojos cerrados. Todos de diferentes edades, razas y géneros. Algunos llevan ropa de campamento sucia, mientras que otros visten la última moda urbana. Cada persona es claramente individual, pero al mismo tiempo pertenece a un todo vasto y dinámico en medio de una experiencia poderosa, casi mística.

 

 

 

Tuve mi propio momento profundo de comunión en una obra de Broadway hace algo más de veinte años. Era la primera vez que veía “Long Day’s Journey into Night”, la sombría obra maestra de Eugene O’Neill sobre una familia en crisis. Digamos que no estaba preparado para la intensidad visceral que iba a experimentar. Sentado al borde de mi asiento, me dejé llevar por los personajes y la abrumadora profundidad y el dolor de su sufrimiento. Pero debajo de esta corriente de empatía, sentí algo más: un poderoso sentido de estar vivo y sentir entre otras personas. Una poderosa conciencia de estar vivo en este momento, en ningún otro instante de la historia, y la espectacular coincidencia de estar acompañado por las personas a mi alrededor, que habían decidido unirse a mí esa noche en un viaje emocional impredecible. Cuando se encendieron las luces durante el intermedio, la mujer sentada a mi lado se volvió hacia mí y dijo: “Wow’”. Asombrada. No había nada más que decir.

 

 

 

Hay evidencia sólida detrás de lo que experimenté en ese teatro. Las investigaciones han demostrado que las actuaciones en vivo pueden sincronizar los latidos de las personas en la audiencia, de modo que cientos de corazones literalmente laten al unísono. Otros estudios han demostrado que las audiencias tienden a respirar al unísono cuando se sienten conmovidas por lo que están viendo o escuchando; incluso experimentan escalofríos y piel de gallina al mismo tiempo. Todos sabemos lo que se siente al percibir que toda una sala contiene la respiración en un momento culminante, y la emoción de exhalar juntos en un gran suspiro colectivo. Hay algo espiritual en estos acontecimientos, como si cada vida fuera tocada de manera distinta por la misma mano todopoderosa.

Explorar juntos el mundo natural

Unas semanas después del festival en Portugal, Bruno y yo tuvimos la oportunidad de analizar cómo había transcurrido. Fue reflexivo y generoso con sus comentarios, y brindó tanto elogios como críticas constructivas. Pero lo que más me impresionó fueron sus reflexiones sobre nuestra cercanía con la naturaleza, ya que el festival se había llevado a cabo completamente al aire libre, en un bosque, un parque, un huerto y alrededor de una piscina, y el impacto que él creía que eso tenía en nuestro sentido de pertenencia a un todo. “Pienso que estar en la naturaleza, moviéndonos de una charla a otra en pequeños grupos, con el océano a lo lejos, el sol y el canto de los pájaros, hizo que nos sintiéramos una verdadera comunidad más que cualquier otra cosa”, afirmó. “Redescubrir el mundo natural y nuestra conexión con él se está volviendo cada vez más importante en esta era digital”.

 

 

 

Todas las reflexiones de Bruno sobre el esfuerzo y el tiempo me han dado material para pensar. Demasiado a menudo, tanto en el trabajo como en la vida, recurro a la forma más fácil de hacer las cosas. Ya sea enviar un mensaje de texto en lugar de llamar por teléfono, un correo electrónico en lugar de reunirse con un amigo para tomar un café, o comprar en el supermercado cercano en lugar de tomarse el tiempo para asistir al encantador mercado de agricultores semanal a unas cuadras, mis estrategias para ahorrar tiempo siempre me han parecido medidas racionales y prácticas. Pero, ¿con qué frecuencia me detengo y me pregunto para qué estoy ahorrando mi tiempo si no es para una buena conversación con un amigo o un paseo relajante en un día hermoso? ¿Por qué estamos ahorrando nuestro tiempo si no es para las actividades que le dan valor a nuestra vida?

 

 

 

En ocasiones me preocupa que la comodidad y la eficiencia se hayan convertido en nuestra configuración predeterminada en esta vida digital, hasta el punto de que se vuelve natural e instintivo pensar en “vivir” como algo que se puede hacer en parte de manera remota. Pero hay otra cara de la moneda. Tal vez la prevalencia de pantallas, conversaciones por texto y reuniones por Zoom haga que los eventos presenciales sean aún más valiosos. Cuando cien personas se reúnen en una misma sala y dejan de lado sus cien preocupaciones, y durante un breve período concentran su atención en una misma cosa, ocurre algo excepcional. Compartimos el tiempo y el espacio; vivimos una experiencia que es fugaz, irreversible e inimitable. Juntos, creamos algo único que nunca volverá a ocurrir de la misma manera.

 

 

 

En estos días, he estado tratando de honrar este espíritu de presencia, comunidad e irrepetibilidad en más aspectos de mi vida. Una cita del fallecido director de teatro británico Peter Brook, alguien que dedicó su vida al poder de las experiencias en vivo, me ha estado guiando: “No dé nada por sentado. Vaya y compruébelo usted mismo”. Como líder empresarial, no debo dar nada por sentado: sería la manera más directa de caer en el aislamiento y volverme irrelevante. Necesito sentirme activo y genuinamente conectado con las personas con las que trabajo, con las comunidades que respaldan ese trabajo y con las corrientes sociales y culturales más amplias que lo moldean. Aquí comparto algunas de las maneras en que he estado “comprobando por mí mismo” este último tiempo; quizá también puedan servir de inspiración.

Acerca del autor

Bruno Giussani es curador, escritor y crítico cultural. Durante 20 años se desempeñó como curador global y director europeo de TED, la organización detrás de las populares charlas TED en línea, además de ser cofundador y curador de su iniciativa climática, Countdown. Durante su gestión, Bruno dirigió más de mil charlas TED, entrevistó a destacadas personalidades sobre los temas más apremiantes del mundo y fue anfitrión de numerosos eventos en distintas partes del planeta. Antes de incorporarse a TED, Bruno fue columnista de Internet en The New York Times y responsable de la estrategia digital en el Foro Económico Mundial.

 

Tim Leberecht es cofundador y codirector ejecutivo de House of Beautiful Business, la red para una economía centrada en la vida. Es autor de los libros The Business Romantic (2015), The End of Winning (2020) y próximamente publicará Picky: How the Superpower of Curation Can Save the World (2026). Sus dos charlas TED han acumulado millones de visualizaciones.

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