En esta historia de Drafts, la escritora y directora editorial Martha Schabas explora la obra de la artista Sagarika Sundaram, y revela cómo el arte y el diseño pueden reconectarnos con el mundo natural y profundizar nuestro sentido del yo. Sumérjase en sus reflexiones y despierte su vínculo creativo con la naturaleza.
The Poetry of Place
A Pullman Draft is an idea. A provocation. A spark for conversation and an invitation to think differently. Welcome to Pullman Drafts, a series of personal reflections with the House of Beautiful Business, featuring bold voices from business, culture, media, and technology.
27 agosto 2025
menos de un minuto
Quizá en su infancia tuvo una casa en un árbol, donde se sentaba por encima de su vecindario y se sentía tan antiguo como las raíces que lo sostenían. O tal vez haya una cabaña junto al mar donde le gusta beber vino y contemplar la inmensidad del océano. Hay algo mágico en los espacios que son a la vez salvajes y sumisos, naturales y trabajados; nos recuerdan nuestra conexión con la tierra y nos hacen conscientes de que formamos parte de algo más antiguo que nuestras ciudades, rascacielos y monumentos.
El verano pasado en París, mientras estaba afuera de Le Panthéon con un calor de 30 grados, un desconocido le dio un boleto de metro a mi hijo de tres años. “Un recuerdo para llevar a casa”, dijo la mujer, explicando que los boletos en uso desde hace 120 años están siendo reemplazados por nuevas tarjetas inteligentes. Mi hijo guardó el boleto en su bolsillo y lo olvidó al instante. Pero me aseguré de sacarlo de sus pantalones más tarde esa noche. Lo que resultó ser poco interesante para mi hijo de tres años estaba lleno de recuerdos para mí.
Hace diez años, había venido a París para alejarme de mi vida por un tiempo y terminar la novela que estaba escribiendo. Subalquilé un apartamento en el XVIII distrito, justo al norte del bullicio de Montmartre. Mi escritorio daba a un antiguo patio con una acacia negra que brotaba entre los adoquines. En los días soleados, abría los ventanales y empujaba mi escritorio contra la baranda del balcón, de modo que quedaba a medio camino entre el interior y el exterior. Siempre me han atraído los espacios donde hay poca distinción entre el interior y el exterior. Hay algo en estos mundos intermedios que resulta a la vez tranquilizador y estimulante, que permite que el clima se filtre en mi estado de ánimo. Como autora, anhelo esta cercanía con la volatilidad de la naturaleza. Pero nunca llegaría a montar mi espacio de trabajo al aire libre. Es la tensión entre el interior y el exterior lo que me inspira.
Mi interés por esta tensión es lo que me atrajo hacia la impactante obra de Sagarika Sundaram. Escultora y artista nacida en India y radicada en Nueva York, Sagarika utiliza una técnica ancestral de trabajo con fieltro que consiste en teñir a mano la lana cruda y esparcirla con agua jabonosa para crear estructuras complejas y texturizadas que emergen del suelo, cuelgan del techo, se envuelven alrededor de los árboles o llenan las grietas entre las rocas. Está fascinada por la inseparabilidad de los humanos con el mundo natural y por la tensión entre el interior y el exterior. “La naturaleza está profundamente arraigada en mi psicología”, me cuenta. “Me gusta abrir las cosas: geodas, cristales, flores. Me impulsa el misterio de lo que hay en el interior”, dice.
Estamos conversando por Zoom en una soleada tarde de otoño. Yo estoy en Toronto y ella en uno de sus tres estudios en Manhattan. Al hablar de su obra, está ansiosa por mostrarme fotografías de exhibiciones recientes y se detiene en un vívido mural de telas, lana cruda e hilos colgantes. Cerca del centro se encuentra una forma ovalada incrustada en una red de alambres que parecen venas. “Me atraen las formas abstractas y que pueden interpretarse de muchas maneras: esto podría ser una flor carnívora o un ojo”, dice sonriendo. “Mi obra explora nuestra relación con lo que no puede ser sometido. Creo que captura un aspecto de la naturaleza que es feroz y seductor, lo cual refleja, en cierto modo, la naturaleza humana.
Portales hacia mundos distintos
Sagarika sabe que su fascinación por la relación entre los seres humanos y el entorno se remonta a su infancia. Nació en Calcuta, se mudó varias veces durante su infancia y conoció paisajes marcadamente diferentes. De niña, vivió con su familia en Dubái, muy diferente a la metrópolis que es hoy, un “desierto urbano” rodeado de tierra arenosa y árida, con inviernos templados y veranos insoportablemente calurosos. Luego regresó a India para estudiar en un internado experimental en un valle frondoso del sur, lo cual resultó profundamente inspirador para su incipiente creatividad. “Fue la primera vez que tuve tanto espacio natural”, dice. “El valle fue un gran receptáculo para nuestro desarrollo. Solíamos hacer caminatas por las colinas; era una parte fundamental de nuestra educación”.
En la escuela, Sagarika desarrolló un ritual con la naturaleza que fue formativo para ella. Cada día, paseaba bajo un alto árbol de amaltas donde, durante unos minutos, experimentaba la más pura felicidad. “Tenía hojas de un amarillo brillante que se veían tan impactantes a la luz y creaban hermosas sombras parpadeantes”, dice. Cuando una amiga presenció el ritual y le preguntó de qué se reía, Sagarika no se sintió avergonzada, sino reconocida. “Me estaba diciendo que estos momentos intangibles de felicidad eran reales”, explica.
Hoy, Sagarika trabaja en un estudio del Silver Arts Project, en el piso 28 del Four World Trade Center. Grandes ventanales dan al Memorial del 11 de septiembre y al río Hudson. Aquí, la tensión entre lo hecho por el ser humano y lo natural se eleva hasta volverse poética. Desde lo alto de la jungla de vidrio y concreto del sur de Manhattan, Sagarika trabaja siguiendo una tradición ancestral, transformando enormes cantidades de fibra cruda y esponjosa en tela. Está viviendo un período de gran expansión artística, lo que genera una nueva tensión con la ciudad angosta que se extiende bajo sus pies. “Nueva York es, de algún modo, antitética a la idea de espacio”, afirma. “Pero eso también me interesa. Entre Nueva York e India, tengo dos vidas llenas de creatividad, relaciones, amistades y alegrías. Una no funcionaría sin la otra; Nueva York se volvería muy claustrofóbica para mí e India también tiene sus limitaciones. Me siento muy agradecida de tener estos dos ecosistemas vibrantes de creación y creatividad”, explica.
Recientemente, Sagarika ha estado trasladando su arte al aire libre, explorando cómo se relaciona con entornos menos controlados. Cada vez se interesa más en el ámbito arquitectónico y crea espacios que el espectador puede recorrer y experimentar físicamente. Me muestra una fotografía de una obra titulada “Passage Along the Edge of the Earth” (Travesía al borde de la Tierra), una estructura en forma de tienda hecha de una sola pieza de tela que unió mediante fieltro, utilizando capas de lana del Himalaya comprimidas hasta lograr una textura granulada. Me cuenta que está inspirada en las estupas budistas y en su deseo de explorar la relación cinética que se genera entre el cuerpo humano y una estructura construida. “Quiero ver cómo las personas interactúan con mi obra y crean portales hacia mundos distintos”, comenta.
Incorporar la naturaleza para mejorar el bienestar integral
El interés de Sagarika en la intersección entre el ser humano, la estructura y el entorno evoca antiguas tradiciones en arquitectura y diseño. El arquitecto Frank Lloyd Wright se inspiraba profundamente en las formas y los patrones que se presentan en los paisajes, la luz y el agua. Quería que sus casas y edificios fueran templos de bienestar integral, lugares en perfecta armonía con el mundo que los rodeaba. Instaba a sus estudiantes a “estudiar la naturaleza, amarla y mantenerse cerca de ella”, y les aseguraba que nunca les defraudaría. Uno de sus edificios más célebres, el Guggenheim en Nueva York, supuestamente fue diseñado para asemejarse a una concha de nautilus, mientras que la cúpula de su rotonda evoca la simetría radial de una telaraña.
La arquitectura que fomenta un vínculo saludable entre las personas y la naturaleza está viviendo actualmente un auténtico renacer. El diseño biofílico, un enfoque que toma el mundo natural como fuente de tranquilidad, productividad y bienestar integral, ha guiado la creación de muchos espacios y edificios notables, desde la High Line de Nueva York y la Promenade Plantée de París hasta Apple Park en Silicon Valley y el Bosco Verticale (cubierto con 20 000 plantas) en Milán. La biofilia postula que los seres humanos están en su mejor momento cuando sus vidas están integradas con la naturaleza; su inspiración es prehistórica, derivada del hecho de que la humanidad evolucionó durante miles de años adaptándose al mundo natural, mientras que nuestra relación con las construcciones humanas es apenas un breve parpadeo en la historia de nuestra especie. Se piensa que estamos en nuestro mejor estado, en armonía con nosotros mismos y con nuestro entorno, cuando los espacios que ocupamos recrean esa relación fluida, dinámica y simbiótica con la naturaleza.
Algún tiempo después de mi conversación con Sagarika, me encuentro con el boleto de metro de París que había guardado dentro de mi diario. Es solo un endeble pedazo de cartón, pero ejerce una atracción sobre mi memoria que despierta un torrente de imágenes y emociones. Al deslizar mi dedo por la franja magnética, regreso a mi balcón en el XVIII distrito, con vista al patio, los adoquines y el árbol de acacia. La sensación de estar suspendida entre el interior y el exterior tiene un efecto trascendente sobre mí una vez más; me siento tranquila, inspirada y con unos deseos irrefrenables de escribir.
Últimamente, he estado buscando maneras de transmitir esta sensación a mi estado de ánimo en los días comunes. Sentada en mi escritorio en Toronto, intento mirar mi entorno de manera distinta, pensando en la fascinación de Sagarika por el misterio de “lo que hay en el interior”. Miro por la ventana e imagino abrir cosas: los geranios marchitos de mi jardín de aficionada, el tronco de mi manzano silvestre, la tierra cubierta de hojas que pronto se endurecerá con la primera helada, para acceder a verdades más profundas sobre la naturaleza. Supongo que se podría decir que intento encontrar la poesía del lugar en mi trabajo y, en un aspecto más general, en mis tareas cotidianas, mediante la observación del mundo con más atención y viendo si el poder de mi concentración puede dotar de lo extraordinario a lo ordinario. He dado con algunas técnicas y disparadores que me están ayudando últimamente; apuesto a que también le servirán de inspiración a usted.
Acerca de la autora
Sagarika Sundaram es una escultora y artista radicada en Nueva York que realiza instalaciones utilizando tintes y fibras naturales crudas. Su obra ha sido exhibida en el Museo de Arte del Bronx, NY; la Al Held Foundation con River Valley Arts Collective, Boiceville, NY; el Moody Center for the Arts en Rice University, Houston, TX; la Bienal de Arte Textil Británica, Liverpool, Reino Unido; la Bienal de Arquitectura de Chicago; la galería Nature Morte, Nueva Delhi, India; y Palo Gallery, NYC. Su obra ha sido reseñada en The New York Times y ARTnews. Sundaram se graduó con una MFA (Maestría en Bellas Artes) en Textiles en Parsons, The New School, Nueva York. Estudió en el Instituto Nacional de Diseño (NID) de Ahmedabad y en el Maryland Institute College of Art (MICA) en Baltimore. Es residente del Sharpe Walentas Studio Program en Nueva York. Sundaram cuenta con la representación de Nature Morte (India) y Alison Jacques (Reino Unido).
Martha Schabas es la directora editorial de House of Beautiful Business. Es autora de dos novelas: My Face in the Light (2022) y Various Positions (2011). Anteriormente fue crítica de danza en The Globe and Mail, el periódico nacional más grande de Canadá, donde también escribía sobre teatro y libros. Sus ensayos, críticas de arte y cuentos cortos han aparecido en numerosas publicaciones.